La historia de la informática es muy amplia y con mucho futuro. Pagamos con el celular, aprendemos en plataformas, trabajamos en la nube, conversamos con asistentes y analizamos datos para decidir. Detrás de esa aparente “magia” hay una historia de ideas sencillas que fueron volviéndose poderosas: cómo anotar cantidades, cómo seguir pasos (algoritmos), cómo representar información con bits, cómo conectar computadoras entre sí y cómo lograr que “aprendan” a partir de ejemplos.

Recorremos los hitos principales con lenguaje directo: de los primeros instrumentos de cálculo a las computadoras electrónicas; de los lenguajes de programación a Internet; de la nube y el “big data” a la inteligencia artificial moderna. Al final, aterrizamos oportunidades laborales reales: qué hace un analista de datos, en qué trabaja alguien de cloud, qué camino sigue un programador o un científico de datos y por dónde empezar.

Del ábaco a la idea de algoritmo. Mucho antes de los circuitos, ya se “computaba”: el ábaco ayudaba a sumar y restar con reglas claras. La palabra algoritmo viene de un erudito persa (al-Juarismi) y significa, en esencia, una receta paso a paso para resolver un problema.

Tarjetas que dan órdenes. A comienzos del siglo XIX, el telar de Jacquard tejía patrones siguiendo tarjetas perforadas. Cambiabas la tarjeta y cambiaba el diseño. Esa lógica de “instrucciones externas” inspiró más tarde el control de datos en computadoras.

Babbage y Lovelace: imaginando la computadora general. Charles Babbage soñó una máquina con memoria y control, capaz de ejecutar diferentes tareas si cambiabas el programa; Ada Lovelace entendió que una máquina así no solo haría números, también manipularía símbolos: música, texto, lo que fuera. Tenían la idea clave, aunque la tecnología de su época no alcanzó para construirla.

Turing: qué significa “poder calcular”. Alan Turing propuso una máquina teórica muy simple que, con reglas claras, puede simular cualquier proceso de cálculo. Con eso respondió una pregunta más profunda: hay cosas que ninguna máquina puede decidir. Ese límite también es parte de la informática.

Shannon: la información cabe en bits. Claude Shannon mostró que cualquier mensaje (texto, audio, imagen) puede representarse como bits (ceros y unos) y transmitirse de forma confiable si se usan códigos adecuados. Hoy comprimimos fotos, enviamos audios y vemos video gracias a esa idea.

Von Neumann: el modelo que sigue vivo. Guardar programa y datos en la misma memoria, tener una unidad que calcula y otra que dirige, leer/escribir… La arquitectura de von Neumann describió, en simple, cómo se ordena una computadora por dentro. Sorprendentemente, el corazón de nuestras PCs y móviles sigue esa lógica.

Tubos de vacío: las primeras máquinas electrónicas. Computadoras como ENIAC usaban válvulas enormes; funcionaban, pero ocupaban salones y se descomponían seguido.

Transistor y circuito integrado: el gran salto. El transistor reemplazó a la válvula: más pequeño, más confiable. Luego, el circuito integrado puso muchísimos transistores dentro de una sola pieza. Así empezó la miniaturización que nos llevó del “armario” al chip.

Ley de Moore: cada vez más transistores. Durante décadas, la cantidad de transistores por chip se duplicó periódicamente. No es magia: más transistores suelen significar más potencia y menor costo por cálculo, lo que hizo posible todo lo que vino después.

Lenguajes para humanos. Escribir en puro “0 y 1” es impráctico. Por eso nacieron lenguajes como FORTRAN (ciencia), COBOL (negocios) y más tarde C, C++, Java o Python, que nos permiten expresar ideas complejas de manera comprensible.

Sistemas operativos: el director de orquesta. UNIX y sus descendientes (Linux, macOS) y Windows administran memoria, archivos y dispositivos para que varias tareas convivan. Sin ellos, programar sería una pesadilla.

Bases de datos: del caos a las tablas. Para no perderse en millones de registros, el modelo relacional y SQL organizaron la información en tablas con reglas claras. Hoy, además, existen bases NoSQL para datos menos estructurados (logs, redes sociales, sensores).

Internet es un acuerdo, no un cable. Los protocolos TCP/IP definieron cómo se “empaquetan” y viajan los datos. Si tu equipo habla ese idioma, se conecta. Así nació una red de redes.

La Web puso la información al alcance. Con HTTP y HTML, cualquier persona pudo publicar y navegar páginas. Sin esas piezas, no habría buscadores, comercio electrónico ni educación en línea como hoy la conocemos.

Computadora personal: de “la empresa” a “tu casa”. Con el IBM PC, Apple y otros, millones de personas tuvieron una PC. La interfaz gráfica (ventanas, íconos) bajó la barrera de entrada.

El móvil como computadora principal. El smartphone unió teléfono, cámara, GPS, sensores y apps. Para mucha gente, es la computadora que usa a diario. La nube, además, guardó nuestros archivos y fotos para verlos en cualquier dispositivo.

Qué es la nube en palabras simples. En lugar de comprar un servidor, alquilas capacidad por Internet. Puedes pedir más o menos según lo que necesites, y pagas solo por el uso. Es flexible y acelera proyectos.

Virtualización y contenedores. Son formas de “empaquetar” aplicaciones para moverlas y escalarlas rápido, sin pelearse con las diferencias entre equipos.

Big data: trabajar con mucha información. Cuando los datos son enormes y variados (texto, imágenes, clicks, sensores), se necesitan herramientas para procesarlos en paralelo y extraer patrones útiles.

De redes simples a redes profundas. Las redes neuronales imitan (muy de lejos) cómo aprenden los seres vivos: ajustan conexiones a partir de ejemplos. Con más datos y más potencia, aparecieron las redes profundas capaces de reconocer imágenes, voz o traducir textos con gran calidad.

Transformers: entender el contexto. Un avance reciente permite que los modelos presten atención a las partes más relevantes de una secuencia (una frase, un párrafo). Así comprenden mejor el contexto y producen textos más coherentes. De ahí vienen traductores modernos, asistentes y sistemas que generan imágenes y código.

No todo es “red profunda”. Métodos como árboles de decisión o máquinas de soporte vectorial siguen siendo muy útiles para problemas con datos tabulares, en finanzas, salud, educación y gobierno.

Aplicaciones cercanas. La IA ya ayuda a diagnosticar con imágenes, predecir demanda de servicios, detectar fraudes, resumir documentos, apoyar la escritura y personalizar el aprendizaje.

El ciclo lógico. Entender el problema, mirar los datos, limpiarlos, modelar, evaluar y poner en producción lo que sirva. No es solo código: es preguntarse bien qué queremos decidir.

Arquitectura moderna. A veces conviene un almacén de datos (informes estables), otras un lago (guardar crudo y procesar después), o un híbrido que combine lo mejor de ambos. La clave es gobernar: saber qué datos hay, quién los usa y con qué calidad.

Medir para mejorar. Experimentos controlados (A/B), tableros claros y análisis con enfoque causal evitan conclusiones engañosas. En educación, por ejemplo, sirven para ajustar intervenciones y apoyar a tiempo a quien lo necesita.

Criptografía sin complicaciones. Para que un mensaje no lo lea quien no debe, se “revuelve” con una llave. El receptor tiene la llave para “ordenarlo”. También hay firmas digitales para saber quién envió algo y si fue alterado.

Buenas prácticas que salvan el día. Contraseñas fuertes o gestores de contraseñas, doble verificación, actualizaciones, copias de seguridad, segmentar accesos y educar a usuarios. En escuelas y universidades, la ciudadanía digital y protocolos contra ciberacoso son esenciales.

Por qué la GPU acelera la IA. Mientras una CPU es un generalista muy rápido, una GPU tiene miles de “manos” para hacer la misma operación en muchos datos al mismo tiempo. Ideal para entrenar redes con millones de parámetros.

Aceleradores especializados. Además de GPUs, hay chips diseñados exclusivamente para operaciones de IA. Resultado: entrenamientos más rápidos y consumo energético más bajo por tarea.

Qué cambia con lo cuántico. Los bits cuánticos (qubits) pueden estar en combinaciones que, a grandes rasgos, permiten explorar muchas posibilidades a la vez en ciertos problemas. Aún estamos en etapa experimental y ruidosa, pero la investigación avanza.

Prepararse desde ya. Aunque falte tiempo para su uso masivo, ya se trabaja en criptografía poscuántica para que, cuando llegue el momento, las comunicaciones sigan seguras.

Datos personales y transparencia. Las leyes de protección de datos piden explicaciones claras: qué recolectas, para qué y por cuánto tiempo. En IA, además, se buscan modelos justos y explicables.

Tecnología verde. Optimizar consumo en centros de datos, elegir lugares con energía limpia, programar de forma eficiente y medir la huella de carbono del software son decisiones cada vez más relevantes.

Híbrido por sentido común. No todo debe ir a la nube ni todo debe quedarse “en casa”. Muchas organizaciones combinan ambos mundos según costos, regulaciones o velocidad que necesitan.

IA que entiende nuestro idioma. Los modelos actuales ya comprenden y generan español con sus matices regionales. Esto permite desde análisis de encuestas y documentos hasta tutores automáticos que dan retroalimentación personalizada.

Analítica educativa responsable. Tableros de progreso, alertas tempranas y contenidos adaptativos ayudan, si se usan con ética, a que nadie se quede atrás.

Docente + IA como equipo. La IA prepara borradores, ejercicios y rúbricas; la persona educadora guía, corrige y da sentido.

Gobernanza de datos. Más proyectos implican más responsabilidad: linaje de datos, permisos, auditoría de modelos.

Edge y 5G/6G. Llevar cómputo cerca de donde ocurren las cosas reduce latencia: laboratorios, bibliotecas y campus más inteligentes.

Currículos con IA práctica. Alfabetización de datos y uso responsable de IA desde secundaria, con proyectos reales.

Criptografía poscuántica. Migración progresiva para comunicaciones sensibles a largo plazo.

1) Lo básico bien hecho. Maneja carpetas, texto, hojas de cálculo y presentaciones con soltura. Aprende a limpiar datos y hacer gráficos claros.

2) Un lenguaje para automatizar. Python (o R) para tareas repetitivas y análisis inicial. Con SQL, consulta bases de datos como un profesional.

3) La nube sin miedo. Conoce el ABC de un proveedor (identidad, almacenamiento, cómputo, costos). Lo suficiente para desplegar algo simple.

4) IA responsable. Úsala para apoyar tu trabajo, pero verifica, cita y entiende sus límites. No todo lo que genera es correcto o apropiado.

Analista de datos (Data Analyst).
Qué hace: limpia, integra y visualiza datos; crea tableros; responde preguntas del negocio o de la institución.
Con qué empieza: Excel/Sheets avanzado, SQL, Python básico, visualización (Power BI, Looker, Tableau).
Primeros proyectos: tableros de asistencia/aprendizaje, reportes de ventas o de atención ciudadana.

Científico/a de datos (Data Scientist).
Qué hace: modela, prueba hipótesis, entrena algoritmos (clustering, predicción, clasificación), comunica hallazgos.
Con qué empieza: lo del analista + estadística, modelos de ML, algo de MLOps.
Primeros proyectos: predicción de deserción, segmentación de usuarios, recomendaciones.

Ingeniería en la nube (Cloud Engineer).
Qué hace: diseña y opera infraestructuras en AWS/Azure/GCP; automatiza despliegues; vigila rendimiento y costos.
Con qué empieza: redes básicas, Linux, Docker, Kubernetes básico, identidad y permisos.
Primeros proyectos: migrar un sitio o base de datos, montar un servicio escalable y barato.

DevOps / SRE.
Qué hace: asegura que las aplicaciones no se caigan; monitorea, automatiza y mejora tiempos de respuesta.
Con qué empieza: CI/CD (GitHub Actions, GitLab), observabilidad (logs, métricas, trazas).

Desarrollo web (Frontend/Backend/Full-Stack).
Qué hace: construye apps y sitios.
Con qué empieza: HTML/CSS/JS, un framework (React/Vue), Node/Python/Java para backend, bases de datos y APIs.
Primeros proyectos: sitio institucional, sistema simple de registro y reportes, API para formularios.

Ingeniería de IA / ML Engineer.
Qué hace: entrena, ajusta y despliega modelos; integra IA en productos (chatbots, clasificación, búsqueda semántica).
Con qué empieza: Python, librerías de IA, buenas prácticas de datos, contenedores, algo de cloud.
Primeros proyectos: clasificador de documentos, motor de búsqueda con embeddings, asistencia para redacción.

Ciberseguridad (Analista/Ingeniero).
Qué hace: protege sistemas, detecta intrusiones, forma a las personas usuarias.
Con qué empieza: redes, sistemas, criptografía básica, normativas y respuesta a incidentes.
Primeros proyectos: auditoría básica de contraseñas, segmentación de accesos, plan de copias de seguridad.

Gestión de productos digitales (Product/Project).
Qué hace: define qué construir, prioriza, coordina equipos, mide impacto.
Con qué empieza: nociones de datos, experiencia de usuario, comunicación y métricas.

Comunicación y contenidos técnicos.
Qué hace: documenta, enseña, crea tutoriales, redacta propuestas o políticas.
Con qué empieza: escritura clara, nociones técnicas y empatía con la audiencia.

Consejo práctico. Empieza con proyectos pequeños que puedas mostrar (un portafolio en la web, un repositorio con notebooks y datos abiertos). El mejor CV es enseñar lo que ya hiciste.

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Hugo Augusto Rodríguez es Ingeniero en Sistemas Computacionales, Maestro en Educación y especialista en Gestión Educativa y Tecnologías de la Información y Comunicación aplicadas a la educación, con amplia experiencia en transformación digital en instituciones educativas.
Actualmente se encuentra enfocado en potenciar Formtic, orientándola hacia la innovación educativa, desarrollo de sistemas educativos y consolidar su marca personal a través de la creación de contenidos digitales de alta calidad, producción de videos educativos y streaming orientado a la educación profesional continua.
Su liderazgo, enfoque holístico y capacidad de innovación educativa le permiten impulsar proyectos estratégicos para la transformación digital en diversas instituciones educativas, posicionándolo como un referente profesional en educación y tecnología en México y América Latina.